China conmemoró el 80º aniversario de su victoria sobre Japón en la Segunda Guerra Mundial con un imponente desfile militar en Pekín, encabezado por el presidente Xi Jinping y acompañado por Vladimir Putin y Kim Jong-un. Desde la plaza de Tiananmén, Xi llamó a “recordar la historia” y honrar a los veteranos, en un acto cargado de simbolismo que reforzó la imagen del país como potencia global. Una salva de 80 cañonazos marcó el inicio de la ceremonia, mientras miles de guardias de honor marchaban en perfecta sincronía ante unos 50.000 invitados.
El evento tuvo un marcado carácter internacional, al reunir por primera vez en público a Xi, Putin y Kim, lo que subraya la dimensión geopolítica del acto. Jefes de Estado de países como Cuba, Irán, Bielorrusia y Vietnam también asistieron, en un escenario que evidenció la intención china de fortalecer alianzas en medio del distanciamiento de Occidente. Kim Jong-un, acompañado de su hija, Kim Ju-ae, se mostró en todo momento junto a Xi y Putin, proyectando su imagen al mismo nivel que los dos líderes más poderosos del bloque.
La exhibición militar presentó los sistemas de armas más avanzados del Ejército Popular de Liberación, como el misil balístico intercontinental DF-5C, capaz de portar hasta 12 ojivas, el misil antibuque YJ-21 y el temido Dongfeng-26D, conocido como “asesino de Guam”. Además, desfilaron drones de combate furtivos, armas láser, sistemas antienjambre y hasta prototipos robóticos. La presentación fue interpretada como un mensaje directo a Washington y sus aliados, en medio de las tensiones con Taiwán.
El corresponsal diplomático James Landale advirtió que este tipo de actos refuerzan la narrativa de un nuevo orden mundial liderado por China, en el que el poder económico y militar pesa más que la defensa de los derechos humanos. Según analistas, la modernización acelerada del ejército chino lo coloca ya en capacidad de rivalizar con Estados Unidos en áreas clave, lo que aumenta la presión en el Pacífico y en la disputa sobre la isla taiwanesa.
En medio del despliegue, la seguridad en Pekín fue extrema. Se bloquearon calles, se instalaron controles similares a los de un aeropuerto y se prohibió el uso de drones. La medida buscó evitar protestas en un contexto de malestar social, recordando el episodio de 2022 cuando apareció una pancarta crítica contra Xi. El desfile, el primero en seis años, fue así también un recordatorio del control absoluto del Partido Comunista sobre la capital.
Donald Trump reaccionó al evento con ironía desde su red Truth Social, enviando “saludos” a Putin y Kim “mientras conspiran contra Estados Unidos”. El presidente estadounidense también criticó que no se mencionara el sacrificio de miles de soldados norteamericanos que ayudaron a China durante la Segunda Guerra Mundial, reforzando la confrontación discursiva entre Washington y Pekín.
El cierre de la ceremonia estuvo marcado por la liberación de 80.000 palomas y miles de globos de colores, mientras sonaba la “Oda a la Patria”. Xi Jinping aplaudió desde el palco oficial, rodeado de líderes internacionales, mientras la multitud ondeaba banderas rojas al ritmo de canciones patrióticas. En redes sociales como Weibo, los temas más comentados fueron los nuevos misiles, los aviones furtivos y la presencia conjunta de Xi, Putin y Kim.
El desfile no solo honró a los veteranos, sino que proyectó al mundo una China fuerte, decidida a liderar la política global y a consolidar un bloque de aliados en torno a su poderío militar y económico. El mensaje fue claro: Pekín busca posicionarse como el centro de un orden internacional alternativo, con Xi Jinping al frente y en compañía de figuras clave como Putin y Kim Jong-un.
