Donald Trump ha intentado frenar la creciente rebelión de sus seguidores más radicales —enfurecidos por el manejo oficial del caso Jeffrey Epstein— con una jugada política de alto riesgo: ordenar la publicación parcial de los documentos del gran jurado que investigó al magnate pederasta. El presidente, que durante años alimentó indirectamente las teorías conspirativas sobre el caso, ahora se encuentra en el centro del escándalo y ha pasado a la defensiva, tratando de contener el daño a su imagen y evitar una pérdida de apoyo dentro del movimiento MAGA.
El Departamento de Justicia y el FBI intentaron cerrar el capítulo la semana pasada asegurando que Epstein se suicidó y que no existe una lista secreta de clientes chantajeados. Pero lejos de apaciguar los ánimos, el comunicado provocó una tormenta dentro del trumpismo. Algunos influencers conservadores, como Elon Musk, y una ola de youtubers y podcasters, insisten en que el «estado profundo» está protegiendo a figuras poderosas, y han acusado directamente a la fiscal general Pam Bondi de encubrir información.
Presionado, Trump ordenó a Bondi solicitar ante el tribunal la publicación de las transcripciones del gran jurado, asegurando que la “estafa perpetuada por los demócratas” debía terminar. Sin embargo, los documentos solicitados no son los más sensibles ni incluyen los videos, fotos o la supuesta “lista de clientes”. Su publicación, además, depende de la aprobación judicial, lo que deja en suspenso si el movimiento servirá para frenar el descontento o si, por el contrario, avivará aún más las sospechas entre sus bases.
A la ofensiva, Trump también anunció que demandará a Rupert Murdoch y a su diario, The Wall Street Journal, por publicar una supuesta carta que él habría escrito a Epstein en 2003, en la que aparecen dibujos obscenos y un mensaje: “Feliz cumpleaños, y que cada día sea otro maravilloso secreto”. Según Trump, la carta es “completamente falsa” y acusó al medio de difamación. El Journal afirma que el mensaje formó parte de un regalo sorpresa coordinado por Ghislaine Maxwell, entonces socia de Epstein.
El presidente ya había sido advertido sobre la publicación del artículo, según afirma, y acusa tanto a Murdoch como a la directora del diario, Emma Tucker, de ignorar sus advertencias. Trump, visiblemente molesto, escribió en su red Truth Social que el WSJ es un “periódico de mala muerte” y prometió llevar el caso a los tribunales. También reiteró que no hace “dibujos de mujeres” y que jamás escribió ese tipo de mensajes, pese a su cercanía reconocida con Epstein en el pasado.
Para completar su ofensiva, Trump maniobró políticamente en el Congreso y pidió a los republicanos bloquear una resolución que exigía la publicación de todos los documentos del caso Epstein. La propuesta no fue sometida a votación, pero los demócratas amenazan con forzar la discusión documento por documento, lo que pondría a los legisladores conservadores en una situación incómoda frente a un electorado que exige transparencia.
Esta crisis llega en un momento clave para Trump, quien busca mantener cohesionado su apoyo MAGA rumbo a las elecciones de noviembre. Pero las fracturas son evidentes: una parte de su base considera que rompió su promesa de revelar toda la verdad sobre Epstein. La estrategia de publicar parcialmente ciertos archivos y culpar a los demócratas podría no ser suficiente esta vez, y el escándalo amenaza con convertirse en un bumerán electoral para el presidente.