El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, volvió a encender las alarmas globales al anunciar su intención de imponer un arancel del 35 % a los productos importados desde Canadá, uno de los socios comerciales más cercanos e importantes para la economía estadounidense. La medida, que entraría en vigor el 1 de agosto, fue informada a través de una carta dirigida al primer ministro canadiense, Mark Carney. Trump justificó la decisión por el tráfico de fentanilo y por lo que considera prácticas comerciales desleales por parte de Canadá, aunque los datos oficiales estadounidenses indican que solo el 0.2 % del fentanilo incautado en 2024 provino de la frontera canadiense.

En paralelo, el mandatario republicano declaró a NBC News que también planea elevar los aranceles generales a otros países que no logren acuerdos bilaterales con EE.UU., fijando tarifas que oscilarían entre el 15 y el 20 %. Actualmente, el arancel general estadounidense se encuentra en un 10 %, pero Trump advirtió que está dispuesto a duplicarlo. Estas amenazas forman parte de una ofensiva comercial más amplia, donde Trump ha enviado más de 20 cartas a gobiernos extranjeros notificándoles de las nuevas tarifas que aplicará a partir de agosto si no se renegocian los términos de comercio.

Canadá, que el año pasado exportó productos a EE.UU. por valor de 413 mil millones de dólares e importó bienes estadounidenses por 349 mil millones, se encuentra en el centro del ataque. El líder opositor canadiense, Pierre Poilievre, calificó la medida como “otro ataque injustificado” y advirtió que dañará las economías de ambos países. El primer ministro Carney aún no ha emitido una reacción oficial, aunque en mayo había señalado que las negociaciones con EE.UU. serían complejas y prolongadas.

Los aranceles forman parte de una política comercial agresiva que Trump ya ha ejercido en el pasado. Desde noviembre de 2024, el presidente ha utilizado el comercio como herramienta de presión, imponiendo tarifas del 25 % a productos de Canadá y México para frenar supuestamente la inmigración irregular y el tráfico de drogas. Si bien en marzo eximió ciertos productos protegidos por el acuerdo T-MEC, nuevas amenazas han surgido contra exportaciones clave como la madera, los lácteos, el acero y el aluminio. Canadá ha respondido previamente con represalias económicas por miles de millones de dólares en productos estadounidenses.

Trump también ha cuestionado abiertamente el papel de Canadá como nación independiente, incluso sugiriendo que podría convertirse en el “estado 51” de EE.UU., una idea rechazada categóricamente por Ottawa. Además, acusó a Canadá de imponer barreras no arancelarias y mantener una política fiscal agresiva contra empresas estadounidenses, como con el fallido intento de imponer un impuesto digital retroactivo que afectaría a gigantes tecnológicos. Frente a estas tensiones, Canadá optó por suspender indefinidamente dicho gravamen para evitar una nueva ronda de aranceles.

A pesar de que el actual régimen arancelario del T-MEC ha protegido muchos bienes comerciales, la revisión del acuerdo programada para 2026 abre una ventana de incertidumbre. Trump parece decidido a aprovechar esta coyuntura para renegociar desde una posición de fuerza. “Estos aranceles pueden modificarse, al alza o a la baja, dependiendo de nuestra relación con su país”, escribió en su carta a Carney. En ella también prometió que los países que colaboren con EE.UU. “nunca se decepcionarán”, una frase repetida en todas las cartas arancelarias enviadas esta semana.

La amenaza arancelaria no es exclusiva para Canadá. Trump ha dejado claro que busca reformular por completo las relaciones comerciales globales, impulsando acuerdos bilaterales que sustituyan los pactos multilaterales existentes. La presión no solo recae sobre América del Norte: también ha amenazado con imponer un 50 % de arancel a Brasil en caso de que Jair Bolsonaro sea condenado por intentar revertir su derrota electoral de 2022. Para Trump, el comercio internacional es una herramienta política más en su repertorio, incluso si eso significa romper con décadas de diplomacia económica.

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