El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, volvió a encender la polémica al calificar las recientes protestas en Los Ángeles como una «invasión extranjera», utilizando este argumento para justificar el despliegue de unos 4,000 efectivos de la Guardia Nacional y 700 marines en la ciudad californiana. Durante un discurso en Fort Bragg, Carolina del Norte, Trump aseguró ante militares que “no permitirá que una ciudad estadounidense sea invadida y conquistada por enemigos extranjeros”, en una narrativa cargada de tintes xenófobos y alarmistas que ha sido fuertemente criticada por autoridades demócratas.

El mandatario afirmó que las manifestaciones, que comenzaron como protesta contra las redadas migratorias ordenadas por su gobierno, se han tornado violentas y peligrosas, acusando sin pruebas a los participantes de estar organizados por intereses extranjeros y de portar banderas de otros países, principalmente de México. Además, calificó a los manifestantes como “animales” y “enemigos del país” mientras defendía la acción militar que, según él, evitó que Los Ángeles ardiera “reducida a cenizas”, pese a que los incidentes violentos han sido aislados y de bajo impacto.

El gobierno local, encabezado por la alcaldesa Karen Bass, ha declarado estado de emergencia y toque de queda en el centro de la ciudad para evitar mayores disturbios. La medida se aplicará de 8:00 p.m. a 6:00 a.m. en un área limitada de 2.5 kilómetros cuadrados, aunque Bass insistió en que la situación no representa una crisis generalizada en la metrópoli, de más de 500 kilómetros cuadrados, y que los daños han sido localizados. Las autoridades reportaron más de 190 arrestos el martes, tras días de enfrentamientos entre policías y grupos de manifestantes.

El gobernador de California, Gavin Newsom, también se manifestó en contra de la militarización de las calles angelinas, calificando el despliegue de tropas como una amenaza directa a la democracia estadounidense. Newsom advirtió que la decisión de Trump podría crear un precedente peligroso para la intervención federal en los estados sin autorización local, y reiteró su intención de impugnar la medida en los tribunales. “Trump se comporta como un tirano, no como un presidente”, criticó el gobernador.

La policía de Los Ángeles realizó detenciones bajo el toque de queda, mientras pequeños grupos de manifestantes se enfrentaban con las autoridades en zonas como Little Tokyo y frente a tribunales federales. Si bien el grueso de las protestas se ha mantenido pacífico, algunos incidentes de vandalismo y enfrentamientos nocturnos sirvieron de argumento al presidente para endurecer su retórica, exagerando el alcance de la violencia y pintando un panorama de caos que ha sido desmentido por las autoridades locales.

A este tenso panorama se sumó el anuncio de Trump de restaurar los nombres de bases militares en honor a líderes confederados, decisión que había sido revertida en 2023 para eliminar referencias al pasado esclavista de Estados Unidos. “Me gusta mantener las cosas como están”, dijo Trump, mostrando su desprecio por los avances simbólicos hacia la reconciliación racial, lo que generó nuevas críticas de sectores sociales y políticos que acusan al mandatario de fomentar la división y el racismo.

En paralelo, Texas anunció el despliegue de su Guardia Nacional para reforzar el control en su territorio, sumándose así a la ola de militarización alentada por Trump. Mientras tanto, en Nueva York y otras ciudades, miles de personas salieron a las calles en rechazo a la política migratoria del gobierno federal. La presidenta de México, Claudia Sheinbaum, rechazó categóricamente las acusaciones de Estados Unidos sobre su supuesta responsabilidad en los disturbios, calificándolas de “absolutamente falsas”.

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