En medio de protestas en California surgidas por redadas migratorias, Estados Unidos y México han entrado en una disputa diplomática que prueba la solidez del vínculo bilateral. Manifestantes en Los Ángeles ondearon banderas mexicanas y alzaron la voz contra la política migratoria estadounidense, lo cual suscitó alertas, incluido un polémico despliegue militar.
La secretaria de Seguridad Nacional, Kristi Noem, acusó a la presidenta Claudia Sheinbaum de “instigar violencia” entre los migrantes, señalamiento que fue rechazado por México y los gobernadores de su partido, quienes defendieron el derecho a la manifestación pacífica y exigieron respeto al diálogo.
Estados Unidos considera, además, gravar con un impuesto del 3.5 % las remesas enviadas desde ese país, lo que afectaría a la economía de millones de familias mexicanas que dependen de ese apoyo. México ha solicitado discutir este punto en foros multilaterales.
Estas tensiones se suman a una guerra comercial vigente desde febrero, luego de que EU impuso aranceles del 25 % a productos mexicanos y canadienses, salvo petróleo y energía canadiense. En respuesta, México anunció medidas equivalentes, complicando la demanda y el comercio exterior.
Expertos coinciden en que una confrontación abierta no resultaría beneficiosa para ninguna de las dos naciones, y recomiendan mantener una postura diplomática firme pero mesurada. La relación comercial y humana —que incluye flujos migratorios y remesas— representa un terreno demasiado valioso como para dañarse por posiciones duras.