Con el 54.5% de los votos en el balotaje, Rodrigo Paz se convirtió en el nuevo presidente de Bolivia, poniendo fin a dos décadas de gobiernos de izquierda encabezados por el Movimiento al Socialismo (MAS). El centrista, del Partido Demócrata Cristiano, venció al conservador Jorge Quiroga y se posiciona como la figura que encarna el cambio político tras años de hegemonía. Su victoria fue impulsada por sectores de clase media y baja que manifestaron su desencanto con el MAS ante la crisis económica y la división interna entre Evo Morales y Luis Arce.
Paz, de 58 años, economista y exalcalde de Tarija, propone tres transformaciones fundamentales: instaurar un “capitalismo para todos”, descentralizar el presupuesto nacional y reformar el Estado. Su visión económica rompe con el modelo estatalista que caracterizó a los gobiernos del MAS, apostando por la inversión privada, la reducción de impuestos y el acceso a créditos. Aseguró que levantará los subsidios al combustible salvo para los sectores vulnerables, decisión que genera preocupación por un posible impacto inflacionario y social.
El nuevo mandatario también anunció su plan “Agenda 50/50”, con el que busca redistribuir de manera equitativa el presupuesto entre el gobierno central, las regiones y las universidades públicas. De acuerdo con analistas, esta medida podría equilibrar las desigualdades históricas entre el altiplano y el oriente del país, aunque advierten que el proceso será conflictivo, sobre todo en un Congreso sin mayorías claras. Paz, sin embargo, confía en que los pactos regionales permitirán concretar una verdadera autonomía territorial.
Otra de sus promesas es reformar el Estado para reducir gastos, combatir la corrupción y digitalizar las compras públicas. Plantea congelar empresas estatales con déficits y eliminar privilegios políticos. Además, pretende impulsar una reforma judicial que acabe con la elección popular de jueces, sistema que —según especialistas— ha politizado la justicia boliviana. No obstante, estos cambios requerirán modificaciones constitucionales y un respaldo legislativo que aún no tiene asegurado.
Analistas consideran que la elección de Paz marca el inicio de una nueva etapa para Bolivia, caracterizada por el intento de equilibrar la economía de mercado con un Estado eficiente. Sin embargo, su éxito dependerá de la estabilidad política y de la capacidad del nuevo presidente para evitar que las reformas económicas provoquen tensiones sociales. Para muchos, su triunfo refleja el deseo de un cambio de rumbo, pero también plantea interrogantes sobre la viabilidad de su ambicioso programa de gobierno.
