En los años de priísmo clásico, una de las reglas no escritas del poder era que, al terminar su mandato, los expresidentes hacían un voto de silencio permanente. Luego de heredar algunos colaboradores al nuevo presidente, o de hacer la repartición final del poder, dejaban de lado cualquier inquietud de participar, no opinaban de temas políticos, e incluso cuidaban mucho hacer apariciones públicas para evitar polémicas. Con excepción de Vicente Fox y Andrés Manuel López Obrador (vaya ironías), los expresidentes (desde Salinas a la fecha) incluso salían de México para marcar una sana distancia. Era una muestra de respeto para el gobierno sucesor.
Sin embargo, esto ha ido cambiando poco a poco. Algunos ex presidentes vuelven a la arena pública, y curiosamente, su boleto de entrada es defender las decisiones más controversiales que tomaron durante sus mandatos. Por ejemplo, Calderón, de manera reiterada intenta reivindicar su lucha contra el crimen organizado (pese a la condena de su Secretario de Seguridad Pública, Genaro García Luna, por narcotráfico en Estados Unidos).
Fox y su patético emprendimiento de cantar las mañanitas en video “para ayudarse económicamente” es un caso aparte.
Pero sin duda el caso más novedoso es el de Ernesto Zedillo, quien después de 30 años de vivir en Estados Unidos, regresa al debate político en México para señalar a Morena por la aprobación de la reforma judicial. Lo hizo primero en un tour de medios el 15 de septiembre del año pasado, y ahora regresa a la carga con un artículo publicado en la revista Letras Libres (Ver el artículo).
Aunque la voz de un expresidente siempre tendrá peso, lo cierto es que sus opiniones difícilmente escapan del blanco y negro (a favor o en contra). Porque lo primero que se les responde es: Si era tan fácil, ¿Por qué no lo hiciste durante tu mandato?
Hoy Claudia Sheinbaum respondió con las frases prefabricadas que todos hemos oído durante 7 años (El fobaproa, las privatizaciones, la corrupción y un largo etcétera). Comete un error. No porque Zedillo tenga razón o no. En realidad, poco o nada puede hacer el expresidente para incidir en la vida pública del país.
Mientras la Presidenta se engancha en una discusión histórica sin sentido, sus verdaderos adversarios (Los Diputados y Senadores de Morena, encabezados por Adán Augusto y Ricardo Monreal), juegan con los tiempos para aprobar su agenda legislativa, el nepotismo, lo batean hasta 2030; la reforma de telecomunicaciones (verdaderamente polémica) la dejan para el próximo periodo de sesiones (o sea, no hay prisa); los nombramientos como la CNDH, se los batean. Y los de casa, como Zaldívar, sirviéndose con la cuchara grande en la repartición de ministros jueces y magistrados.
Presidenta: no caiga en la trampa de pelear con fantasmas, el adversario lo tiene en las filas de su partido.