Luego de semanas de incertidumbre y movilizaciones, trabajadores de la fábrica El Oso lograron ingresar nuevamente a las instalaciones ubicadas en la colonia Portales Sur, en la Ciudad de México, para comenzar con el retiro de maquinaria, herramientas e insumos. El acceso se dio tras un acuerdo alcanzado la mañana del viernes, luego de que inicialmente se les exigiera un pago de 100 mil pesos por el uso de energía eléctrica para poner en funcionamiento la maquinaria necesaria para el traslado de los materiales.

La fábrica, con 107 años de historia en la producción de productos para el cuidado del calzado, fue desalojada el pasado 18 de enero debido a un litigio entre particulares. Durante el proceso de recuperación de sus insumos, los trabajadores denunciaron obstáculos administrativos y exigencias económicas que, según su representante legal, no estaban estipuladas en la orden judicial emitida el 20 de febrero. Finalmente, tras la negociación, pudieron ingresar en grupos de diez para llevar a cabo las labores correspondientes.

El traslado de la maquinaria y materias primas se realiza hacia las nuevas instalaciones de la empresa en la colonia Culhuacán, alcaldía Iztapalapa. De acuerdo con los empleados, este cambio de ubicación marca el fin de un ciclo en la sede de Portales Sur, pero no significa el cierre de la empresa. «El Oso no está cerrada, solo estamos cerrando una etapa en este lugar. En Iztapalapa continuaremos trabajando y pronto volveremos a los estantes de cada supermercado», afirmó Claudia Meza, vocera de la empresa.

El proceso de desmantelamiento de la fábrica en Benito Juárez inició con el ingreso de aproximadamente 50 personas, entre empleados y representantes legales, además de un centenar de trabajadores que apoyaron con la mudanza. Se estima que el retiro de insumos y limpieza del predio concluya en un plazo de diez días, para permitir la entrega del inmueble conforme a lo estipulado en la resolución judicial.

Para muchos empleados, la salida de la fábrica representa un momento nostálgico, pues en sus instalaciones pasaron décadas de sus vidas. «Aquí se quedan más de cien años de historia y de formar familia», expresó Federico Morales, trabajador con 25 años de antigüedad, quien recordó que en ese lugar conoció a su esposa y formó su hogar. Sin embargo, también ven en este cambio una oportunidad de crecimiento para la empresa, que ha pasado de fabricar 20 productos a más de cien en los últimos años.

A pesar del desalojo, hasta ahora ningún trabajador ha sido despedido, y la empresa mantiene su compromiso de continuar operando en su nueva sede. «Vamos a ver si nos dejan producir y vaciar los tanques para evitar que la empresa siga perdiendo», señaló Claudia Meza, en referencia a la incertidumbre que todavía rodea el proceso de reubicación. No obstante, la esperanza entre los trabajadores es que El Oso logre adaptarse a su nueva etapa y mantenga su legado en la industria mexicana.

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