Hace algunos años, un afamado dirigente político en Veracruz contaba que en 2004 -por conocidos en común-, se entrevistó con un político que recientemente había desertado de las filas del Revolucionario Institucional. Según contaba, desde el principio hubo “química”, lo que les generó simpatías mutuas. El acuerdo que habían construido era simple: El dirigente le abriría las puertas y facilitaría posiciones a cambio de que le ayudaran a consolidar las siglas del Partido en la entidad.
Según cuenta, este político era distinto a todo lo que había visto antes, tanto al interior de las filas de su propio partido, como entre los demás institutos políticos, pues a diferencia de los demás, él no tenía la primera audiencia a las nueve de la mañana, o a las ocho. Desde las cuatro de la mañana comenzaba a dar señales de vida, a través de correos electrónicos (que comenzaban a popularizarse), con llamadas telefónicas, o incluso con reuniones presenciales.
El dirigente contaba que otra de las cosas que le llamaría la atención de este “animal político”, era la forma en la que desahogaba reuniones de seguimiento, escuchando a los asistentes mientras practicaba bicicleta fija o levantaba pesas, y que, a pesar de ocuparse en la actividad física, no perdía la lucidez en los temas que trataban y en la precisión de las instrucciones que daba, aún veladas de “recomendaciones”.
Las reuniones en su casa particular, también merecen mención aparte. Con obras de arte originales a sus espaldas, y con la parafernalia propia de un hombre de Estado, los símbolos eran algo en lo que este político era un experto.
Según la historia, las fricciones con su nuevo fichaje comenzaron en el momento de decidir candidaturas en el Estado. Pues a pesar de haber forjado una alianza interesante y de la buena disposición del dirigente para negociar algunas posiciones, su nueva adquisición era cada vez más demandante y expansiva en sus pretensiones.
Al llegar las quejas al Comité Ejecutivo Nacional, se enteró de voz propia de los máximos dirigentes, que su nuevo aliado se le había adelantado algunas semanas en amarrar algunos compromisos políticos de manera directa con el candidato presidencial y con la líder del Sindicato Nacional de Trabajadores.
La campaña le sirvió a este dirigente para ver de primera mano las mañas (traídas del PRI) y los pocos escrúpulos de este político para ganar elecciones e imponerse.
Una vez instalado el nuevo Gobierno Federal, y pasada la elección más polémica de los últimos años de la historia de México, el dirigente se mantuvo como un cuadro estatal, mientras que su invitado negociaba directamente con el Presidente de la República y decidía los destinos del Partido en Veracruz sin consultarle a nadie.
Poco a poco, este dirigente fue perdiendo fuerza y relevancia, hasta llegado el punto en que su aliado le exigía cuentas periódicamente, y lo desplazaba de las decisiones centrales del Partido.
Esta fue la historia de Alejandro Vázquez Cuevas, (El Pipo), quien termina renunciando a su militancia de toda la vida y naufragando en una malaventurada candidatura a gobernador por el Partido Encuentro Social. Por su parte, veintiún años después, su invitado, Miguel Ángel Yunes Linares, se apoderó del Partido Acción Nacional, dejando a su hijo menor, Fernando Yunes Márquez como Diputado Local plurinominal, a su hijo mayor Miguel Ángel Yunes Márquez como Senador y asignándose como suplente de este último.
Hoy en día, parecen de gozar de cabal salud política y Miguel Ángel Yunes Márquez acaba de afiliarse (oficialmente) como militante de MORENA luego de haber entregado el voto con el que se haría posible la reforma judicial. Y acuerdan directamente con la cúpula del Poder político en México.
¿Saben en Morena del tipo de invitado al que le abrieron la puerta? Al tiempo.