Una marcha que inició como protesta contra la gentrificación en la Ciudad de México terminó con actos de vandalismo en instalaciones de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), lo que ha desatado una fuerte condena por parte de la institución. El domingo por la tarde, un grupo identificado como “bloque negro” se separó del contingente principal para irrumpir en Ciudad Universitaria y causar daños en espacios culturales, generando preocupación entre autoridades universitarias, académicas y ciudadanía.
El grupo encapuchado, con el rostro cubierto para evitar ser identificado, rompió cristales del Museo Universitario Arte Contemporáneo (MUAC), dañó casetas de vigilancia y saqueó la librería Julio Torri. También realizaron pintas y sustrajeron libros, algunos de los cuales fueron quemados frente al recinto. Pese a los llamados de los organizadores para evitar destrozos, los actos violentos escalaron rápidamente. Videos compartidos en redes muestran a los agresores con palos y aerosoles destruyendo el mobiliario, mientras se exigía a los medios no registrar sus acciones.
La UNAM emitió un pronunciamiento en el que condenó enérgicamente los hechos y anunció que ya realiza la evaluación de los daños para presentar denuncias ante las autoridades correspondientes. Enfatizó su compromiso con la libertad de expresión y manifestación pacífica, pero subrayó que no avala la violencia, la agresión ni la intolerancia como formas legítimas de protesta. El MUAC y la librería son instalaciones simbólicas de la universidad, enfocadas en la difusión del arte, la literatura y el pensamiento crítico.


Previo a los hechos en Ciudad Universitaria, la marcha avanzó sobre avenida Insurgentes desde la estación Fuentes Brotantes, donde los manifestantes fueron encapsulados por policías con equipo antimotines. Ya durante su trayecto, causaron destrozos en estaciones del Metrobús como Perisur, así como en mobiliario urbano, bajo puentes y comercios cercanos. Algunas piedras lanzadas por los inconformes ocasionaron que una mujer resultara con una herida en la cabeza, siendo atendida por el ERUM.
Los manifestantes denuncian que la gentrificación en la capital ha provocado desalojos y un aumento insostenible en los precios de renta, lo cual, afirman, es consecuencia directa de la llegada de nómadas digitales y la especulación inmobiliaria. Por ello, exigieron una ley que regule la vivienda pública, así como mecanismos que garanticen el acceso a rentas accesibles para la población residente.
Una de las consignas más repetidas fue “¡El Mundial nos vale verga!”, en alusión a que, mientras se preparan megaeventos deportivos, las condiciones de vivienda para los sectores populares empeoran. La decisión de desviarse hacia la UNAM, dijeron algunos asistentes, se debió a que el campus es un espacio autónomo donde no puede intervenir la policía, lo que permitió que los actos vandálicos ocurrieran sin una respuesta inmediata por parte de las fuerzas del orden.



El conflicto ha abierto nuevamente el debate sobre los límites de la protesta social, el uso legítimo del espacio público y la responsabilidad frente a la preservación de espacios culturales. Mientras la UNAM avanza con las denuncias legales, la ciudadanía y autoridades deberán enfrentar la disyuntiva entre proteger el derecho a manifestarse y sancionar a quienes utilizan la violencia como vehículo de expresión.