La relación comercial entre México y China entró en tensión tras el anuncio del Gobierno de Claudia Sheinbaum de imponer aranceles de hasta el 50 por ciento a productos importados de países sin tratados de libre comercio, entre ellos la nación asiática. La Embajada de China en México reaccionó este viernes con un mensaje en el que pidió al país “pensar dos veces” antes de aplicar la medida, advirtiendo que afectará la confianza de los inversionistas y el entorno empresarial mexicano.
El Ministerio de Comercio chino respaldó el posicionamiento de su representación en México, señalando que la decisión unilateral dañaría gravemente la cooperación bilateral. “México y China son socios económicos importantes. No deseamos que dicha relación se vea afectada”, expresó un portavoz, quien subrayó que la imposición de aranceles se percibiría como una concesión a presiones externas, en particular de Estados Unidos, en el marco del conflicto comercial con Beijing.
La medida anunciada por México contempla aplicar aranceles a más de mil 400 productos, afectando un volumen estimado de 52 mil millones de dólares en importaciones de sectores clave como automotriz, textil y acero. El Gobierno argumenta que la decisión busca proteger empleos nacionales y fortalecer el denominado Plan México, un proyecto de desarrollo económico e industrial impulsado por Sheinbaum. Sin embargo, economistas advierten que sustituir las importaciones chinas no será sencillo debido a la profunda integración de estas en la industria mexicana.
De acuerdo con datos de la Secretaría de Economía, México exporta a China alrededor de 15 mil millones de dólares, mientras que importa cerca de 130 mil millones, lo que representa un déficit comercial de 11 a 1. El propio secretario Marcelo Ebrard reconoció que la medida generará un aumento en la inflación de aproximadamente 0.3 por ciento, aunque insistió en que es necesaria para proteger a la industria nacional. Entre los productos que México vende al país asiático destacan minerales de cobre, autopartes, aparatos médicos y componentes electrónicos, mientras que importa principalmente teléfonos móviles, refacciones automotrices y maquinaria.
Expertos consultados consideran que la decisión de Sheinbaum responde tanto a motivos económicos como políticos. Enrique Dussel Peters, académico de la UNAM, advirtió que en los últimos 25 años México sustituyó gran parte de las importaciones estadounidenses por chinas, lo que hace complejo un giro tan abrupto. A su vez, Óscar Ocampo, del IMCO, apuntó que la medida envía un mensaje de alineación con Estados Unidos en vísperas de la renegociación del T-MEC, lo que podría interpretarse como una concesión a Washington.
La presidenta, no obstante, ha negado estar cediendo a presiones externas. “No queremos ningún conflicto con ningún país. Se trata de una estrategia nacional para fortalecer nuestra economía”, afirmó Sheinbaum, al tiempo que aseguró mantener diálogo con embajadores, incluido el de China, para explicar los alcances de la propuesta. La mandataria defendió que el Plan México busca incentivar la producción interna y reducir la dependencia de importaciones que afectan el aparato productivo.
China, por su parte, advirtió que tomará “las medidas necesarias para salvaguardar sus derechos e intereses legítimos” en caso de que los aranceles se materialicen. Analistas estiman que la capacidad de represalia de Beijing contra México es limitada por el desigual intercambio comercial, aunque el costo político y económico de una confrontación podría debilitar las cadenas de valor en sectores clave como el automotriz.
El desenlace de esta disputa marcará el rumbo de la política comercial de México en los próximos años. Mientras el Gobierno busca blindar su economía con un paquete de medidas proteccionistas, la advertencia china pone de relieve el riesgo de perder un socio estratégico y de enfrentar efectos adversos en la inversión y en la integración productiva, justo cuando el país se prepara para renegociar su acuerdo con Estados Unidos y Canadá.