La cumbre celebrada en Alaska entre el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, y su homólogo ruso, Vladimir Putin, concluyó este viernes sin acuerdos tangibles sobre la guerra en Ucrania, aunque ambos mandatarios calificaron el encuentro como “productivo” y “respetuoso”. La reunión, que se prolongó por casi tres horas en la Base Aérea Elmendorf-Richardson, fue vista como un momento clave para evaluar las posibilidades de un eventual alto al fuego tras más de tres años de conflicto.

Putin sostuvo que el entendimiento alcanzado podría “allanar el camino hacia la paz” e instó a Kiev y a las capitales europeas a no crear “obstáculos” ni entorpecer el progreso de las conversaciones con provocaciones. Por su parte, Trump aseguró que se habían cerrado muchos puntos, aunque reconoció que los temas más delicados aún no están resueltos. “No hay acuerdo hasta que haya acuerdo”, dijo, en referencia a que el desenlace final depende tanto de Rusia como de Ucrania y de sus aliados occidentales.

Más allá de los gestos diplomáticos, el resultado de la cumbre dejó la sensación de que ninguno de los dos líderes está dispuesto a ceder en lo esencial. Putin reiteró las exigencias que ha mantenido desde el inicio de la invasión en febrero de 2022: control de las regiones de Donetsk y Lugansk, además de la anexión reconocida de Crimea y el bloqueo definitivo a cualquier aspiración ucraniana de ingresar a la OTAN. Estas condiciones son inaceptables para Kiev, que demanda un alto el fuego inmediato y garantías de seguridad.

El presidente ucraniano, Volodimir Zelenski, reaccionó con cautela y lamentó que, incluso mientras se desarrollaba la reunión en Alaska, las fuerzas rusas continuaran con sus operaciones militares, aunque aseguró que el ejército ucraniano logró recuperar seis poblados recientemente ocupados. Zelenski, quien esperaba un compromiso más firme por parte de Washington, recordó que la paz solo será posible si Rusia detiene de inmediato su ofensiva y respeta la integridad territorial de su país.

En Europa, la cumbre fue seguida con especial atención y cierta inquietud. Las capitales europeas temían que Putin pudiera persuadir a Trump para que presionara a Ucrania a aceptar concesiones territoriales, pero al no alcanzarse un acuerdo inmediato, prevaleció un respiro momentáneo. Trump, no obstante, dejó entrever que recomendaría a Zelenski “llegar a un pacto” con Moscú, destacando que Rusia es una gran potencia y sugiriendo que las negociaciones dependen en gran medida de la disposición del líder ucraniano.

A nivel simbólico, Putin logró romper parte del aislamiento internacional que arrastra desde el inicio de la guerra. Su presencia en suelo estadounidense, con recibimiento oficial y honores militares, fue interpretada como un gesto de legitimidad en la arena internacional. Para Trump, en cambio, el encuentro le permitió proyectarse como un estadista capaz de encabezar un proceso de paz, aunque sin resultados inmediatos que respalden esa imagen.

El ambiente en la base militar estuvo cargado de simbolismo. Ambos líderes caminaron juntos por una alfombra roja bajo un cielo gris, intercambiaron sonrisas y saludos, y posaron para la prensa en un escenario con el lema “En busca de la paz”. Sin embargo, al concluir sus discursos, ninguno aceptó preguntas de los periodistas, reforzando la percepción de que la sustancia del diálogo aún se mantiene en secreto o en construcción.

La reunión en Alaska fue la séptima entre Trump y Putin, pero la primera desde el inicio de la invasión rusa a gran escala. Si bien no produjo avances concretos, sí dejó la puerta abierta a nuevos contactos, con la posibilidad de una próxima cita en Moscú, como sugirió el líder ruso. El desenlace dependerá, según Trump, de futuras conversaciones con la OTAN, con Zelenski y con los líderes europeos, quienes siguen de cerca cualquier movimiento que pueda alterar el rumbo de la guerra.

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