La presidenta Claudia Sheinbaum convocó a una reunión de emergencia con empresarios del acero y aluminio para analizar los efectos del aumento arancelario impuesto por Estados Unidos, que duplicó de 25% a 50% el gravamen a estos productos. El anuncio, oficializado por el presidente Donald Trump mediante orden ejecutiva, encendió las alarmas en el gobierno mexicano, que ahora busca evitar mayores afectaciones a la industria nacional sin escalar el conflicto comercial.
Desde Palacio Nacional, Sheinbaum declaró que su administración evalúa diversas medidas para responder al golpe arancelario, aunque insistió en que no se trata de una represalia. La presidenta argumentó que el objetivo es proteger la industria mexicana y los miles de empleos que dependen de ella. “No tiene que ver con un ojo por ojo”, expresó, “sino con defender nuestra soberanía económica”.
Marcelo Ebrard, secretario de Economía, sostuvo que la medida estadounidense carece de sustento legal, pues viola el tratado comercial vigente entre ambas naciones. El funcionario adelantó que este viernes se reunirá con el secretario de Comercio de Estados Unidos, Howard Lutnick, con la intención de alcanzar un acuerdo que excluya a México de los nuevos aranceles. “Vamos a cerrar filas con el sector privado para defender nuestras razones”, dijo Ebrard.

Sheinbaum también señaló como injusta e insostenible la disparidad en el trato que da Washington a distintos socios comerciales. Mientras a Reino Unido se le mantiene el arancel en 25%, México —a pesar de su integración económica con Estados Unidos— enfrenta un trato más severo. Esta inequidad, afirmó la presidenta, afecta la competitividad de los productos mexicanos y pone en riesgo la estabilidad de toda la cadena industrial.
Analistas políticos e internacionalistas coinciden en que la estrategia de Sheinbaum responde tanto a la presión externa como a necesidades políticas internas. En vísperas de elecciones en ambos países, los discursos se endurecen y las decisiones económicas adquieren tintes políticos. Para México, que depende significativamente de su relación comercial con Estados Unidos, el reto es mayúsculo: defender sus intereses sin provocar una guerra comercial.
El cambio de tono del gobierno mexicano muestra que la tolerancia frente a las decisiones unilaterales de Washington ha llegado a un límite. La mandataria advirtió que, si no hay avances en las negociaciones, su gobierno anunciará medidas la próxima semana. Mientras tanto, Sheinbaum insiste en que la prioridad es clara: “Nuestra responsabilidad es proteger los empleos”.