China anunció la imposición de aranceles a una serie de importaciones estadounidenses, incluidos petróleo crudo, gas natural licuado y maquinaria agrícola, en represalia por la decisión de la administración de Donald Trump de gravar con un 10% los productos chinos. Las tarifas chinas, que oscilan entre el 10% y el 15%, entrarán en vigor el 10 de febrero y afectarán, además, a automóviles de gran cilindrada y camionetas.

El Ministerio de Finanzas chino también anunció controles de exportación sobre productos metalúrgicos y tecnológicos estratégicos, como el tungsteno y el telurio, fundamentales en la industria y la defensa. China, que produce más del 80% del tungsteno mundial, busca reforzar su control sobre estos materiales en un contexto de creciente competencia con EE.UU. Además, dos empresas estadounidenses fueron incluidas en la lista negra de Pekín: la biotecnológica Illumina y el minorista PVH Group.

La respuesta china llega en un momento de creciente tensión comercial. Washington había impuesto previamente aranceles a China, México y Canadá, aunque en el caso de estos dos últimos, las medidas fueron suspendidas tras negociaciones con sus líderes. Trump ha justificado las sanciones como una medida para combatir el tráfico de fentanilo y la inmigración ilegal, pero Pekín argumenta que estas acciones violan las normas de la Organización Mundial del Comercio (OMC) y socavan la estabilidad del comercio global.

A pesar de la escalada de aranceles, China ha mostrado una postura cautelosa, dejando abierta la posibilidad de diálogo con Washington. La administración de Xi Jinping busca evitar una confrontación directa que afecte aún más su economía, ya golpeada por una desaceleración del crecimiento. Sin embargo, no descarta tomar nuevas represalias si la situación se agrava.

Mientras Trump endurece su postura comercial, China ha fortalecido sus lazos con otras economías. Actualmente, es el mayor socio comercial de más de 120 países y ha diversificado sus mercados en África, Sudamérica y el sudeste asiático, reduciendo su dependencia de EE.UU. Pekín también ha aprovechado la retirada estadounidense de organismos internacionales para reforzar su imagen como un actor clave en la globalización.

Las tensiones comerciales no solo afectan el intercambio de bienes, sino también las relaciones diplomáticas y estratégicas. Países aliados de EE.UU., como Japón, Corea del Sur y Australia, han buscado mayor cooperación ante la incertidumbre que genera la política exterior de Trump. La postura de Washington también genera dudas sobre su compromiso con la seguridad regional, en un contexto de creciente rivalidad con China en el Indo-Pacífico.

China mantiene la calma por ahora, pero la presión política en EE.UU. podría llevar a una escalada mayor. La visión de Pekín es clara: aprovechar el desorden en Washington para consolidar su influencia global, mientras observa cómo la estrategia aislacionista de Trump genera grietas en la hegemonía estadounidense.

Comparte este artículo
Subscribe
Notify of
guest
0 Comments
Oldest
Newest Most Voted
Inline Feedbacks
View all comments
Scroll al inicio